Vivimos en un mundo clasista.
Nos encanta discriminar, marginar, incluso desde niños. Todos conocemos la historia
del gordo de la clase, la del gafotas, la del marica o la del empollón, a los
que nadie se junta por el simple hecho de ser diferentes. De adultos es aún
peor.
En el mundo
de la música también hay parias, apartados de los círculos comerciales,
apestados mediáticos. El mejor ejemplo es el ska. A todos nos suena el ska,
aunque a la mayoría de lejos, solo rumores y habladurías. Muy pocos se han
molestado en conocerlo realmente, igual que pocos se acercan al gordo de la
clase.
Y como suele
suceder, los pocos que se atreven se llevan una grata sorpresa.
Unos de los
que se atrevieron fueron Malarians. Esta banda madrileña nació en 1986 y
alcanzó bastante renombre en los círculos de ska y reggae europeos, grabando
tres discos y participando en varios festivales y giras por Italia, Francia,
Alemania, Finlandia… Pero el ska no hace dinero, y como suele ser habitual (por
desgracia), los grupos que no pasan por el aro de la música comercial acaban
llegando a un punto muerto. Malarians sufrió numerosos cambios en su formación,
hasta dieciséis músicos pasaron por sus filas hasta que, cansados de luchar,
tiraron la toalla en el año 2000.
Atreveos y escuchad Up and Down the Coalmine, quizá lleguéis
a simpatizar con ese gordito luchador y alegre que es el ska.
