Ningún repaso a los momentos dorados de la
música moderna estaría completo sin el Manchester de los años 80. Durante esa
década aquella ciudad gris dio a luz una de las generaciones con más talento de
la historia musical reciente: New Order, Stone Roses, James, The Smiths, The
Charlatans…
Pero para entender aquella época, nada mejor que conocer al más genial y caótico de aquellos grupos: los
Happy Mondays.
Todo comenzó
en 1984 tras una batalla de bandas en el club Hacienda. Los Mondays quedaron
los últimos, pero algo tendrían aquellos chicos cuando el dueño del club y de Factory
Records decidió contratarlos. ¿Y qué era ese “algo”? Ni idea… Puede que se
enamorara de su mezcla de psicodelia sesentera, funk setentero y house
ochentero, o puede que aquella aglomeración de gente encima del escenario (llegaron
a ser siete miembros, entre cantante, guitarras, coros y hasta un
bailarín-mascota, que saltaba y animaba al público) le resultara divertida.
El hecho es
que esa pandilla tan peculiar acabó siendo un emblema de la new wave de Manchester, o Madchester, como se rebautizó a la
ciudad gracias a una de sus canciones. Su carrera fue tan meteórica como corta.
Su adicción a la juerga, a las drogas (se dice que durante la grabación del
disco Yes Please! su cantante se metía
veinte dosis de crack diarias y que al terminar secuestró las cintas y exigió a
la discográfica 40.000 libras de rescate) y a los problemas acabaron con la
disolución de la banda en 1992.
¿Genios o desastres? Escuchad
esta canción mientras lo meditáis.